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Opina RADIO CLARÍN                                07.12.23

Por saberlo y sentirlo importante, reiteramos lo que sostuvimos en nuestro editorial de ayer: más allá de celebrar el segundo puesto en las pruebas PISA sobre educación adolescente –un segundo puesto que se logró mejorando en ciencia y manteniendo el nivel en lectura- tenemos que preocuparnos porque volvimos a caer en matemáticas.

Y las matemáticas –desde la aritmética al álgebra- son imprescindibles no sólo para sacar cuentas, sino para tener noción de las proporciones, para desarrollar pensamiento abstracto y para comprender gran parte del conocimiento necesario para andar por la vida.

Por lo demás, nuestros problemas educacionales no se miden sólo en los números y los rankings de las pruebas internacionales. Antes y más allá de ellos, todos comprobamos las deficiencias de formación, cada vez que chocamos con bolsones  de incomprensión, de indiferencia y de pereza mental.

Los países más avanzados  ya ensayaron una enseñanza secundaria con poca historia, poca filosofía, poca poesía y poca música. Todos esos  saberes fueron considerados innecesarios para formar los técnicos que demandaba el mercado de trabajo.

Pero al cabo de  tres décadas de recortar las materias que supuestamente eran prescindibles, quedaron a la vista los déficits de las personalidades unilaterales que se forman cuando se estudia sólo para competir en una especialidad, en vez de asomarse a lo universal por las avenidas anchas de la cultura y el espíritu.

Hoy en Europa se está  revalorizando la cultura general, y muy especialmente la filosofía, para sembrar inquietudes y generar pensamiento vivo, capaz de erguirse por encima de las computadoras y los protocolos.

Es así como hay autores franceses, ingleses, italianos, españoles y alemanes que, con distintos enfoques, coinciden en defender la utilidad  -y más aun, la necesidad- de cultivar sentimientos musicales para entender mejor matemáticas y de conmoverse con un drama o con un poema para sentirse empujado a buscar soluciones para el Derecho y para la salud.

La cultura no es un dato de las pruebas PISA ni un fenómeno para estudiarlo científicamente. Bien entendida, la cultura es un propósito de comprender más para actuar mejor. Y ese propósito debe animar a cada uno de nosotros en cada instante.

Por lo cual, la lucha por la cultura no es un asunto sólo de la escuela y del liceo, ni pertenece sólo a los especialistas.

La lucha por la cultura es de todos, porque todos tenemos la necesidad y el deber de ampliar nuestra conciencia tanto como podamos, en los minutos implacables que nos presta la vida.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.