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OPINA RADIO CLARÍN                     09.11.23

En las últimas horas, la crónica policial volvió a dar cuenta del  asesinato de una joven señora, perpetrado por su ex pareja con saña criminal y descuartizamiento.

Mariana Rivero tenía 24 años y estaba desaparecida desde el 20 de octubre. Había dicho que salía rumbo a la casa de su ex novio, en la zona de Tres Ombúes, a recuperar pertenencias y después iba a ir a Tres Cruces.

Diez días después de su desaparición, allanaron la vivienda de su ex novio, pero como no surgieron elementos que lo vincularan al hecho, ni quedó detenido ni quedó citado para indagarlo.

Ayer miércoles, el hombre confesó que mató a su ex compañera  y declaró dónde había dejado su cuerpo: en la zona de Punta Yeguas, en Burdeos y camino Antártida Uruguaya.

En lo que va del año, hubo doce crímenes pasionales con muerte violenta de señoras generalmente jóvenes. El número conmueve, ya que indica que, en nuestro país, cada cuatro semanas ocurre un femicidio.

Pero mucho más que la frecuencia de esta clase de aberraciones, debe estremecernos que ocurran en la tercera década del siglo XXI.

Hace 116 años que, en nuestro Uruguay, la ley estableció el divorcio por la sola voluntad de la mujer y hace más de tres cuartos de siglo que la ley declaró la igualdad civil de la mujer y el hombre. El “feminismo de compensación” que predicaba nuestro filósofo mayor -Carlos Vaz Ferreira- se concretó en innumerables formas de protección al sexo femenino.

Pero a contramano de nuestra fuerte tendencia legislativa a darle a la mujer seguridades y garantías, sigue habiendo asesinatos motivados por la distorsión criminal de las pasiones íntimas y por obsesiones de posesión supuestamente amorosa.

Esa distorsión crece como maleza en personalidades carentes de reflexión y carentes también de frenos, que terminan segando la vida de la pareja y arruinándose la vida propia.

Debemos decirlo con todas las letras; nos falta avanzar en educación sentimental, nos falta enseñar masivamente a controlar los afectos y las pasiones, nos falta educar el yo a partir de valores, convicciones y principios.

Por eso, en los femicidios igual que en otras grandes desgracias, debemos lamentar cada episodio por el valor irremplazable de la vida humana, y debemos ver en cada caso particular el imperativo de hablar de frente sobre estos temas, en vez de reducirlos a meros asuntos de crónica policial.

Así lo siente y así lo afirma RADIO CLARÍN.