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OPINA RADIO CLARÍN                          22.12.23

En este 2.023 que ya termina, la Nochebuena y la Navidad se confunden con un fin de semana largo. A pesar de eso, no debe pasar inadvertido el significado profundo de la festividad.

Más allá de los diferentes enfoques de los cultos cristianos y más allá de la fe de unos y el ateísmo de otros, el nacimiento de Jesús es un símbolo de vida, que muchos veneran desde la religión y muchos otros explican desde la historia y la filosofía.

La dura realidad es que el final de este año 2.023 nos confirma - más aun que los años anteriores- la necesidad de rescatar la esencia del mensaje greco-judeo-cristiano, para mantener un horizonte de cordura que nos imponga luchar por la paz en un mundo infectado por las guerras y nos llame a salvar el ánimo y el cuerpo de los desheredados por la fortuna.

Con fe o sin fe, hay una filosofía cristiana que nos  envuelve con todo el peso de la figura que cambió la cuenta de los siglos. La reverencia hacia los orígenes y hacia las energías superiores, el amor al prójimo, los buenos sentimientos y el ánimo de comprender, perdonar y compartir constituyen líneas de civilización y ternura cuya ausencia viene destruyendo las bases mismas de la convivencia, no sólo en el Uruguay sino en el mundo.

Es tiempo de recordar que hasta las más duras luchas económicas y los más ásperos egoísmos materiales necesitan el impulso del espíritu y requieren la legitimidad que les imprime el sentimiento del interés general y la conciencia del bien común.

También es tiempo de recordar que el Uruguay exitoso de la primera mitad del siglo XX se basó en un acendrado espiritualismo, que era laico pero buscaba amar y servir las energías creadoras de lo universal. En eso coincidían católicos y anticatólicos.

El Uruguay necesita otra vez un reencuentro con ese espíritu, no sólo como esperanza colectiva sino como propósito íntimo y como filosofía personal.

Los hechos piden a gritos rescatar el ánimo nacional, pero no para admirarlo desde lejos como en los museos de piezas muertas, sino para vivirlo y volcarlo en obra y frutos, como hace la Naturaleza con el sol y el agua cuando fecunda el humus y genera savia, sangre y vida sin más signo partidario que la infinitud de la vida misma.

Así lo siente y así lo afirma Radio Clarín.